El futuro público de las salas de conciertos

 

    Se acercan los conciertos de final de curso y muchas de las Escuelas de música, Conservatorios, Estudios de música los preparan con mucha ilusión y ganas de mostrar todo eso que se ha ido trabajando a lo largo del año lectivo. 

     En mi Estudio, este curso, hemos realizado 4 conciertos en el que los niños han podido disfrutar de la gran experiencia que supone subirse a un escenario y sentir como la motivación y las ganas de seguir esforzándose crecen. Todo un aprendizaje que van mejorando desde muy pequeños. 

     Y es que, no cabe duda que, es posible que alguno de los alumnos que comienzan en centros de enseñanzas musicales acaben dedicándose profesionalmente al noble arte de la interpretación instrumental. De ahí que se les enseñe y se trabaje el protocolo a seguir al subir al escenario: 

     Colocarse el instrumento (en mi caso violín o viola y el arco) debajo del brazo derecho, subir las escaleras con cuidado de no tropezar, colocarse en las marcas de los pies puestas en el escenario, saludar tras escuchar los aplausos, colocarse en posición, tocar ...

     Y al finalizar, el proceso inverso:

     Pies juntos, colocarse el instrumento en posición de reposo, saludar en agradecimiento a los aplausos ... En fin, aquello que a todos nos gusta ver cuando vamos a un concierto de música clásica. Esa etiqueta que hemos visto en grandes interpretes que admiramos y que nos distingue de otra clase de conciertos o estilos musicales. 

     Los niños lo aprenden y lo ejecutan en cada uno de los conciertos, saben que eso es algo que hacemos siempre. 

     Para muchos de los profesores que nos dedicamos a la enseñanza instrumental desearíamos que, los alumnos que estudian con nosotros, acabaran siendo músicos profesionales pero también sabemos que esto no se dará en todos ellos. 

     Shinichi Suzuki decía: 

     "Deseo formar a buenos ciudadanos, seres humanos nobles. Si un niño oye buena música desde el día de su nacimiento, y aprende a tocarla él mismo, desarrolla su sensibilidad, disciplina y paciencia. Adquiere un corazón hermoso”

     De ahí que su finalidad no fuera la de que los niños acabasen siendo músicos. Él tenía otra visión mucho más abierta. Quería formar seres humanos nobles que adquiriesen, gracias a la disciplina, la constancia y a la dedicación (que aporta el aprendizaje instrumental) un corazón hermoso.

     Anteriormente os he hablado de esa etiqueta, ese protocolo que los niños han aprendido cuando dan un concierto. La parte del músico que "se planta" en el medio de un escenario e interpreta las piezas del programa. Pero, ¿qué sucede con la otra parte? si, la parte fundamental de todo esto, el motivo por el cual uno se sube a un escenario a mostrar su talento: el público.

     ¡Por supuesto, el público! Esa persona, amante de la buena música, que paga una entrada para sentarse en una butaca y disfrutar de una de sus grandes pasiones. Esa persona que, quizás, cuando fue niño comenzó a tocar un instrumento y que, por diversas razones, acabó abandonándolo. Esa que sabe apreciar el valor del esfuerzo, la dedicación y la constancia; que valora cada nota que toca ese músico porque sabe que le han costado años y años de preparación; Un público que aplaudirá con entusiasmo al finalizar el concierto.

     Pues bien, a ese futuro público también se le educa en las clases de música. Si un profesor enseña el protocolo de cómo subir a un escenario, también enseña la etiqueta de cómo ser un público atento y cuidadoso, empezando por ser respetuoso con sus propios compañeros de clase.

     Cada viernes, en mis clases grupales, damos conciertos individuales en el que los niños aprenden a dar conciertos y a ser ese público que aplaude y valora el esfuerzo de sus compañeros. A aportar críticas positivas que animen y den fuerzas a aquellos que más tiempo les lleva aprender las piezas o que, simplemente, llevan menos tiempo aprendiendo a tocar un instrumento. A estar en silencio, a estar sentados en su sitio tratando de no moverse porque pueden distraer al compañero que está tocando. A ver el concierto del siguiente niño que toca después de él porque sabe que, si a él le gusta que le observen, a su compañero le gustará también. 

     Para mi es fundamental este aprendizaje desde que son muy pequeños ya que las salas de conciertos necesitan ese público que valore la labor de los músicos, que disfruten, que se emocionen, que asistan a todo tipo de espectáculo y que sepan estar en el lugar que le corresponde. Sabiendo aplaudir cuando toca y guardando silencio como muestra de respeto hacia el profesional que está sobre el escenario.

     Ser ese futuro público, que las salas de conciertos necesitan, se aprende y no es necesario esperar a ser adolescente o adulto para poder asistir a tu primer  concierto. Los niños pueden ser el mejor público que un músico puede tener si se les educa para ello, porque si en verdad les gusta, lo mostrarán con entusiasmo a través de sus pequeñas manos aplaudiendo sin cesar.

     Eduquemos a los niños en el respeto por el trabajo y el esfuerzo de los demás. Trabajemos día a día, aunque sea en un concierto de aula, que nuestro silencio, nuestra calma, nuestro apoyo, nuestras palabras de ánimo sean el motor para el éxito de nuestros compañeros.       

    

 

 

 

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